Si proyectáis turbar este brillante sueño impregnad de lavanda vuestro más fino pañuelo de seda o acariciad las taraceas de vuestros secreteres de sándalo, porque sólo el perfume, si el criado me tiende sobre plata una blanca tarjeta de visita, me podría evocar una humana presencia. Un bouquet de violetas de Parma o mejor aún, una corbeille de gardenias. Un hombre puede arriesgarse unas cuantas veces, sobre la mesa la eterna sonrisa de un amorcillo de estuco, nunca hubo en Inglaterra un boudoir más perfecto, mirad, hasta en los rincones una crátera de porcelana para que las damas dejen caer su guante. Oh, rien de plus beau que les printemps anglais, decidme cómo hemos podido disipar estos años, naturalmente, un par de guantes amarillos no se lleva dos veces, cómo ha podido esta sangrienta burla preservarnos del miedo y de la muerte. Un hombre puede, a lo sumo unas cuantas veces, arriesgar el silencio de su jardín cerrado. Pero decid, Milady, si no estabais maravillosa preparando el clam-bake con aquella guirnalda de hojas de fresa! Las porcelanas en los pedestales y tantísimas luces y brocados para crear una ilusión de vida. No, prefiero no veros, porque el aire nocturno, agitando las sedas, desordenando los pétalos caídos y haciendo resonar los cascabeles, me entregará el perfume de las flores, que renacen y mueren en la sombra, y el ansia y el deseo, y el probable dolor y la vergüenza no valen el sutil perfume de las rosas en esta habitación siempre cerrada.
Si proyectáis turbar este brillante sueño impregnad de lavanda vuestro más fino pañuelo de seda o acariciad las taraceas de vuestros secreteres de sándalo, porque sólo el perfume, si el criado me tiende sobre plata una blanca tarjeta de visita,
Hace muy pocos años yo decía palabras refulgentes como piedras preciosas y veía rodar, como un milagro abombado y azul, la gota tenue por el cabello rubio hacia la espalda. No eran palabras frágiles, prendidas al azar de un evadido vuelo prescindible,