El lugar era oscuro y polvoriento, un rincón perdido en un laberinto de viejas callejas junto a los muelles, que olían a extrañas cosas venidas de ultramar, entre curiosos jirones de niebla que dispersaba el viento del oeste. Unos cristales romboidales, velados por el humo y la escarcha, apenas dejaban ver los montones de libros, como árboles retorcidos pudriéndose del suelo al techo... huellas de un saber antiguo que se desmoronaba a precio de saldo.
Entré, hechizado, y de un montón cubierto de telarañas cogí el volumen más cercano y lo leí al azar, temblando al ver las raras palabras que parecían guardar algún arcano, monstruoso, para quien lo descubriera. Después, buscando algún viejo y taimado vendedor, sólo encontré el eco de una risa.
El lugar era oscuro y polvoriento, un rincón perdido en un laberinto de viejas callejas junto a los muelles, que olían a extrañas cosas venidas de ultramar, entre curiosos jirones de niebla que dispersaba el viento del oeste.
Divagan eternamente las sombras en esta tierra, Soñando con siglos que se fueron para siempre; Grandes olmos se alzan solemnes entre lápidas y túmulos Desplegando su alta bóveda sobre un mundo oculto de otro tiempo. Una luz del recuerdo ilumina todo el escenario,
A través de las puertas del sueño custodiadas por los ghules, Más allá de los abismos de la noche iluminados por la pálida luna, He vivido mis vidas sin número, He sondeado todas las cosas con mi mirada; Y me debato y grito cuando rompe la aurora, y me siento
Era dorada y espléndida Aquella ciudad de la luz; Una visión suspendida En los abismos de la noche; Una región de prodigios y gloria, cuyos templos Eran de mármol blanco.
El ocaso invernal, refulgiendo tras las agujas Y las chimeneas medio desprendidas de esta esfera sombría, Abre anchas puertas hacia algún año olvidado De viejos esplendores y deseos divinos. Futuras maravillas arden en aquellos fuegos
No sabría decir de qué criptas salen arrastrándose, Pero cada noche veo esas criaturas viscosas, Negras, cornudas y descarnadas, con alas membranosas Y colas que ostentan la barba bífida del infierno. Llegan en legiones traídas por el viento del Norte