Me tienes en tus manos y me lees lo mismo que un libro. Sabes lo que yo ignoro y me dices las cosas que no me digo. Me aprendo en ti más que en mi mismo. Eres como un milagro de todas horas, como un dolor sin sitio. Si no fueras mujer fueras mi amigo. A veces quiero hablarte de mujeres que a un lado tuyo persigo. Eres como el perdón y yo soy como tu hijo. ¿Qué buenos ojos tienes cuando estás conmigo? ¡Qué distante te haces y qué ausente cuando a la soledad te sacrifico! Dulce como tu nombre, como un higo, me esperas en tu amor hasta que arribo. Tú eres como mi casa, eres como mi muerte, amor mío.
¿Qué putas puedo hacer con mi rodilla, con mi pierna tan larga y tan flaca, con mis brazos, con mi lengua, con mis flacos ojos? ¿Que puedo hacer en este remolino de imbéciles de buena voluntad? ¿Que puedo con inteligentes podridos
Un ropero, un espejo, una silla, ninguna estrella, mi cuarto, una ventana, la noche como siempre, y yo sin hambre, con un chicle y un sueño, una esperanza. Hay muchos hombres fuera, en todas partes, y más allá la niebla, la mañana.
He aquí que tú estás sola y que estoy solo. Haces tus cosas diariamente y piensas y yo pienso y recuerdo y estoy solo. A la misma hora nos recordamos algo y nos sufrimos. Como una droga mía y tuya somos, y una locura celular nos recorre
Uno no sabe nada de esas cosas que los poetas, los ciegos, las rameras, llaman «misterio», temen y lamentan. Uno nació desnudo, sucio, en la humedad directa, y no bebió metáforas de leche, y no vivió sino en la tierra
Codiciada, prohibida, cercana estás, a un paso, hechicera. Te ofreces con los ojos al que pasa, al que te mira, madura, derramante, al que pide tu cuerpo como una tumba. Joven maligna, virgen, encendida, cerrada, te estoy viendo y amando,