El poeta es exacto. La poesía es exactitud. Desde Baudelaire, el público ha comprendido, poco a poco,
que la poesía es uno de los medios más insolentes de decir la verdad.
No existe arma de mayor precisión; y para defenderse, con una defensa instintiva, de la angustia de la
exactitud y de las claridades reveladoras, se obstinan las gentes en confundir la poesía con la mentira,
la viveza de espíritu con la paradoja.
¿Para qué referir una historia que no lleve en sí el peso inimitable de la verdad? ¿Para qué Memorias
imaginarias, falsas anécdotas, frases que se equivocan de labios y recuerdos pintorescos? El peso muerto
de la inexactitud abruma de fatiga.
Muy distinto es el haz de luz de un proyector, que se pasea por la superficie de esa noche acumulada
detrás de cada uno de nosotros y que se detiene sobre un rostro, un acto o un lugar significativos, de forma
que les dé el máximo de fuerza expresiva y de resurrección. ...
1934-1935. Un telón cae, un telón se levanta. La vida ha muerto, viva la vida! Ha muerto una época, que he
vivido desde su comienzo intensamente, pero contra toda mi voluntad; mis antenas me anuncian que
empieza una era nueva en la que entreveo la nobleza cuyos signos me agradan. Aprovecho unos minutos de
entreacto para levantarme, descansar, volverme y pasear mi anteojo. ...
Un señor, cuya papel de cartas se embellece con profusión de lugares comunes grabados: Legión de Honor...,
Palmas Académicas..., teléfono..., telégrafo..., me censura el empleo de lugares comunes que ruedan por
todas partes. Yo enrojecería de vergüenza si el periodismo no me diera el ejemplo y el estilo frívolo que
exige no comportase el uso de tales términos; unos, sin excusa; otros, magníficos, firmes en sus pedestales
de mármol puro, verdaderas obras maestras de los siglos. ¿Nacieron alguna, vez? ¿Salieron, sin padre, del
fondo de las excavaciones?
Un agricultor encuentra los brazos de la Venus de Milo. ¿A quién pertenecen? ¿A la Venus de Milo o al
agricultor? Pertenecen al mito. Se abrazan al cuello de la poesía. Son serpientes blancas que tienen vida propia.
¡Qué delicia emplear los: «No obstante», 'En resumen», «Por lo demás...», «Aparte de», «En una palabra»
que se ensamblan ellos solos como fragmentos de un puzzle!
Perdóname, lector. Compréndeme. Ayúdame. Juega conmigo. No te quedes en pie delante de mi mesa.
Conviene escribir y leer juntos esta prosa con plantilla y por retazos.