Tomás el impostor, de Jean Cocteau | Poema

    Poema en español
    Tomás el impostor

    Hay gentes que lo poseen todo y no consiguen hacerlo creer; ricos tan pobres y nobles tan vulgares 
    que la incredulidad que suscitan acaba por hacerlos tímidos y les da una actitud sospechosa. 
    En algunas mujeres, las más hermosas perlas resultan falsas. En cambio, en otras las perlas falsas parecen 
    verdaderas. De igual modo, hay hombres que inspiran una confianza ciega y que gozan de privilegios 
    que no podrían pretender. Guillermo Tomás pertenecía a esa raza de ventura. 
    Se le creía. No necesitaba adoptar precaución alguna ni hacer ningún cálculo. Una estrella de mentira le 
    llevaba derechamente a su objeto. Así, nunca tenía el rostro preocupado, turbado ni ceñudo. No sabiendo 
    nadar ni patinar, podía decir: «Yo patino y yo nado.» Todos le habían visto sobre el hielo y en el agua. 
    Un hada especial da esa suerte en el nacimiento. 
    Hay algunos que triunfan y a cuya cuna no acudió más hada que esa. 
    Nunca se le ocurrió a Guillermo hacer su examen y pensar: «¿Cómo saldré de esto?», o «Estoy engañando», 
    o «Soy un miserable», o «Soy un hombre hábil». 
    Caminaba estrechamente unido a su fábula. 
    Cuanto más vivía su papel, más se incorporaba a él y más le aportaba ese fuego y esa franqueza que persuade. 

    • El poeta es exacto. La poesía es exactitud. Desde Baudelaire, el público ha comprendido, poco a poco, 
      que la poesía es uno de los medios más insolentes de decir la verdad. 
      No existe arma de mayor precisión; y para defenderse, con una defensa instintiva, de la angustia de la