Lo que existe parece que no existe
porque tú lo has tocado ser adentro,
porque tú lo has tocado beso adentro
con la nerviosa lengua de la nada.
... Todo lo que decimos
inaugura distancias,/
estructura de modo distinto lo
que somos/ y nuestra relación
con lo que existe,/ cambia de
decorado y cambia de guión,/
modifica el sentido de las
leyes/ y nos hace asumir
actitudes y fines/ que antes ni
siquiera imaginábamos.
Por eso las palabras nos
escriben,/ es decir, nos
tornean, nos labran, nos
dibujan. / Para ser más
exactos: las palabras,/ lejos de
ser pasivos instrumentos/ en
nuestras manos, son gigantas
poderosas/ desde aquí puedo
ver el grosor de sus
músculos,/ sus ojos
inyectados, la determinación/
que demuestran sus gestos)
que nos usan/ como materia
prima para hacerse sus casas.
Las palabras nos hablan, las
palabras/ nos habitan. Por eso
decir lo que nos dice/ (o
hablar lo que nos habla, callar
lo que nos calla,/ escribir lo
que escribe nuestra vida)/ es
mucho más que un acto/ de
aceptación de la existencia;
es/ poner una semilla en la
palabra/ para que diga lo que
somos; es/ seducir la palabra y
penetrarla/ para que nos
alumbre y nos lleve a su casa: /
y nos lleve a una casa que es la
nuestra.
Frente a todos aquellos/ que
están donde no están y no
están donde están,/ frente a
todos aquellos que al vivir/en
una casa ajena en realidad/
habitan una cárcel,/ la poesía
y el amor nos hacen/ libres
para elegir una casa y un
mundo/ y nos dejan abiertos
para ser elegidos/ por la casa y
el mundo que elegimos.
Y cuando afirmo «todo lo que
decimos» quiero/ decir la que
decimos con sentido: / aquello
que se dice por medio de
nosotros/ (la poesía y el amor,
la luz/ y los bosques y el mar,
la nada y el olvido...),/ aquello
que bautiza las medidas del
mundo/ (rediseña la planta de
la casa),/ aquello que le da al
mundo otra apariencia/ sin
por ello impedir que siga
intacto/, aquello, en fin, que
afirma la que es/ en vez de
destrozarlo, de ignorarlo,/ de
pasar a su lado con los ojos
borrándose.