Tras haber holgado con Prócula, Prisciliano medita
A Fernando y Gonzalo Torrente Ballester
-Llaman a esto pecado los fanáticos. A esta explosión que lenta se alabea, a este sentir con cada poro, vibrar en cada vello, a este ser piel, a esta dulzura derramada en carne viva, a este glotón enjambre de alegría, a estos nervios sabiéndose universo gozoso, al corazón alardeando de su mejor humor, al milagroso encaje en la sonrisa, a la satisfacción ardiendo en ojos, a la felicidad llaman pecado.
Pero es Dios quien se ama en nuestros cuerpos -nuestros cuerpos dispuestos para el éxtasis por Su sabiduría- y su goce es el nuestro. Amemos, Prócula.
-Llaman a esto pecado los fanáticos. A esta explosión que lenta se alabea, a este sentir con cada poro, vibrar en cada vello, a este ser piel, a esta dulzura derramada en carne viva,
Me has dado tu dulzura a borbotones en días desolados, me has regalado el beso y el saber secreto de tus labios, has sabido calmar entre tus dedos mi guerra y mi pasado e interpretar mis gestos de náufrago y ofrecerme tus brazos;
Porque el silencio vive si la palabra calla y el olvido se extiende donde el amor deserta, y de las mordeduras gozosas o crueles sólo queda la huella que arrancan a las prensas.