Otro poema de los dones, de Jorge Luis Borges | Poema

    Poema en español
    Otro poema de los dones

    Gracias quiero dar al divino 
    laberinto de los efectos y de las causas 
    por la diversidad de las criaturas 
    que forman este singular universo, 
    por la razón, que no cesará de soñar 
    con un plano del laberinto, 
    por el rostro de Elena y la perseverancia de Ulises, 
    por el amor, que nos deja ver a los otros 
    como los ve la divinidad, 
    por el firme diamante y el agua suelta, 
    por el álgebra, palacio de precisos cristales, 
    por las místicas monedas de Ángel Silesio, 
    por Schopenhauer, 
    que acaso descifró el universo, 
    por el fulgor del fuego 
    que ningún ser humano puede mirar sin un asombro antiguo, 
    por la caoba, el cedro y el sándalo, 
    por el pan y la sal, 
    por el misterio de la rosa 
    que prodiga color y que no lo ve, 
    por ciertas vísperas y días de 1955, 
    por los duros troperos que en la llanura 
    arrean los animales y el alba, 
    por la mañana en Montevideo, 
    por el arte de la amistad, 
    por el último día de Sócrates, 
    por las palabras que en un crepúsculo se dijeron 
    de una cruz a otra cruz, 
    por aquel sueño del Islam que abarco 
    mil noches y una noche, 
    por aquel otro sueño del infierno, 
    de la torre del fuego que purifica 
    y de las esferas gloriosas, 
    por Swedenborg, 
    que conversaba con los ángeles en las calles de Londres, 
    por los ríos secretos e inmemoriales 
    que convergen en mí, 
    por el idioma que, hace siglos, hablé en Nortumbria, 
    por la espada y el arpa de los sajones, 
    por el mar, que es un desierto resplandeciente 
    y una cifra de cosas que no sabemos 
    y un epitafio de los vikings, 
    por la música verbal de Inglaterra, 
    por la música verbal de Alemania, 
    por el oro, que relumbra en los versos, 
    por el épico invierno, 
    por el nombre de un libro que no he leído: 
    gesta Dei per Francos, 
    por Verlaine, inocente como los pájaros, 
    por el prisma de cristal y la pesa de bronce, 
    por las rayas del tigre, 
    por las altas torres de San Francisco y de la isla de Manhattan, 
    por la mañana en Texas, 
    por aquel sevillano que redactó la Epístola Moral 
    y cuyo nombre, como él hubiera preferido, ignoramos, 
    por Séneca y Lucano, de Córdoba, 
    que antes del español escribieron 
    toda la literatura española, 
    por el geométrico y bizarro ajedrez, 
    por la tortuga de Zenón y el mapa de Royce, 
    por el olor medicinal de los eucaliptos, 
    por el lenguaje, que puede simular la sabiduría, 
    por el olvido, que anula o modifica el pasado, 
    por la costumbre, 
    que nos repite y nos confirma como un espejo, 
    por la mañana, que nos depara la ilusión de un principio, 
    por la noche, su tiniebla y su astronomía. 
    por el valor y la felicidad de los otros, 
    por la patria, sentida en los jazmines 
    o en una vieja espada, 
    por Whitman y Francisco de Asís, que ya escribieron el poema, 
    por el hecho de que el poema es inagotable 
    y se confunde con la suma de las criaturas 
    y no llegará jamás al último verso 
    y varía según los hombres, 
    por Frances Haslam, que pidió perdón a sus hijos 
    por morir tan despacio, 
    por los minutos que preceden al sueño, 
    por el sueño y la muerte, 
    esos dos tesoros ocultos, 
    por los íntimos dones que no enumero, 
    por la música, misteriosa forma del tiempo.

    Jorge Luis Borges nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. Entre 1914 y 1921 vivió con su familia en Europa. A su regreso fundó las revistas Prisma y Proa, y publicó Fervor de Buenos Aires (1923) e Historia universal de la infamia (1935). Autor de poesía, cuento, ensayo y trabajos en colaboración, en las décadas siguientes su obra creció, fue traducida a más de veinticinco idiomas y alcanzó reconocimiento mundial. Fue presidente de la Sociedad Argentina de Escritores, director de la Biblioteca Nacional, miembro de la Academia Argentina de Letras y profesor de la Universidad de Buenos Aires. Recibió importantes distinciones de gobiernos extranjeros, y el título de doctor honoris causa de las universidades de Columbia, Yale, Oxford, Michigan, Santiago de Chile, La Sorbona y Harvard. Obtuvo, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura (Argentina, 1956) y el Cervantes (España, 1979). Considerado uno de los más importantes escritores en lengua hispana de la historia de la literatura, murió en Ginebra el 14 de junio de 1986.