Era el silencio miel sobre seda y era un ungüento de paz la brisa. Yo iba del brazo con tu sonrisa por la alameda.
Tu boca dulce como un olvido me dio sus jugos bajo el follaje, y su chasquido rozó mi oído como el plumaje de un cisne herido; como un encaje desvanecido; como un celaje loco de viaje sobre un paisaje desconocido…
Tu boca ungida de luz de trino, bordó una sombra de frases quedas… Tu boca tibia me supo a vino, y en la hojarasca de las veredas se alzó el revuelo de un remolino de áureas monedas…
Y fue el silencio como una gruta, y la quimera fue como un río donde bogaron tu amor y el mío… Y fue tu boca como una fruta humedecida por el rocío…
Como apuntando gestos sombríos bruñó la luna su filo de hacha, y retorciendo sus dedos fríos cruzó una racha…
Yo unté de besos tu boca roja, tu boca dulce como un regreso, y en cada árbol fue cada hoja un eco verde de cada beso!
Tu boca intacta me dio sus rasos, tu voz sin bordes me dio su seda, y, en la delicia de los retrasos, moría el roce de nuestros pasos en el silencio de la alameda…
ENVÍO
La vida pasa; la vida rueda… Quizás se aparten tu alma y la mía, pero el recuerdo nace y se queda… Y aunque el deseo no retroceda y nuestra llama se apague un día, mientras yo pueda soñar, y pueda regar mis sueños en la vereda de la armonía, tendré la dulce melancolía de aquellas frases entre la umbría y aquellos besos en la alameda…
Viendo pasar las nubes fue pasando la vida, y tú, como una nube, pasaste por mi hastío. Y se unieron entonces tu corazón y el mío, como se van uniendo los bordes de una herida.
No, nada llega tarde, porque todas las cosas tienen su tiempo justo, como el trigo y las rosas; sólo que, a diferencia de la espiga y la flor, cualquier tiempo es el tiempo de que llegue el amor.
Un gran amor, un gran amor lejano es algo así como la enredadera que no quisiera florecer en vano y sigue floreciendo aunque no quiera. Un gran amor se nos acaba un día y es tristemente igual a un pozo seco, pues ya no tiene el agua que tenía
Tal vez guardes mi libro en alguna gaveta, sin que nadie descubra qué relata su historia, pues serán simplemente, los versos de un poeta, tras arrancar la página de la dedicatoria...
Amigo: sé que existes, pero ignoro tu nombre. No lo he sabido nunca ni lo quiero saber. Pero te llamo amigo para hablar de hombre a hombre, que es el único modo de hablar de una mujer. Esa mujer es tuya, pero también es mía.
Espero tu sonrisa y espero tu fragancia por encima de todo, del tiempo y la distancia. Yo no sé desde dónde, hacia dónde, ni cuándo regresarás... sé sólo que te estaré esperando.