Tal vez guardes mi libro en alguna gaveta, sin que nadie descubra qué relata su historia, pues serán simplemente, los versos de un poeta, tras arrancar la página de la dedicatoria...
Y pasarán los años... Pero acaso algún día, o acaso alguna noche que estés sola en tu lecho, abrirás la gaveta –como una rebeldía, y leerás mi libro– tal vez como un despecho.
Y brotará un perfume de una ilusión suprema sobre tu desencanto de esposa abandonada. Y entonces con orgullo, marcarás un poema Y guardarás mi libro debajo de la almohada.
Recuerdo bien que te cerré la puerta. Sé que llamaste, y sé que no te abrí... Y ahora miro la puerta, y está abierta, y te siento de pronto junto a mí.
Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema, que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer; Quería aprisionar un alma en un poema, y que viviera siempre... Pero no pudo ser.
Donde quiera en las noches se abrirá una ventana o una puerta cualquiera de una calle lejana, no importa dónde ni cuándo, puede ser donde quiera: ni menos en otoño, ni más en primavera.