Árbol, buen árbol, que tras la borrasca te erguiste en desnudez y desaliento, sobre una gran alfombra de hojarasca que removía indiferente el viento...
Hoy he visto en tus ramas la primera hoja verde, mojada de rocío, como un regalo de la primavera, buen árbol del estío.
Y en esa verde punta que está brotando en ti de no sé dónde, hay algo que en silencio me pregunta o silenciosamente me responde.
Sí, buen árbol; ya he visto como truecas el fango en flor, y sé lo que me dices; ya sé que con tus propias hojas secas se han nutrido de nuevo tus raíces.
Y así también un día, este amor que murió calladamente, renacerá de mi melancolía en otro amor, igual y diferente.
No; tu augurio risueño, tu instinto vegetal no se equivoca: Soñaré en otra almohada el mismo sueño, y daré el mismo beso en otra boca.
Y, en cordial semejanza, buen árbol, quizá pronto te recuerde, cuando brote en mi vida una esperanza que se parezca un poco a tu hoja verde...
Así estás todavía de pie bajo la lluvia, bajo la clara lluvia de una noche de invierno. de pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa, de pie bajo la lluvia te encuentra mi recuerdo.
Y comenzaremos juntos un viaje hacia la aurora. Como dos fugitivos de la misma condena. Lo que ignoraba antes no he de callarlo ahora: No valías la pena.
Amamos porque sí, sencillamente porque sí, sin saberlo, como cuando la espiga se levanta, como la lluvia cuando está cayendo, como el viento que pasa y no lo sabe y sin embargo, pasa y es el viento.
Vengo del fondo oscuro de una noche implacable y contemplo los astros con un gesto de asombro. Al llegar a tu puerta me confieso culpable y una paloma blanca se me posa en el hombro.
Todavía te busco, mujer que busco en vano, mujer que tantas veces cruzaste mi sendero, sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano y sin que me escucharas cuando dije: «te quiero...»