Viendo pasar las nubes fue pasando la vida, y tú, como una nube, pasaste por mi hastío. Y se unieron entonces tu corazón y el mío, como se van uniendo los bordes de una herida.
Los últimos ensueños y las primeras canas entristecen de sombra todas las cosas bellas; y hoy tu vida y mi vida son como estrellas, pues pueden verse juntas, estando tan lejanas...
Yo bien sé que el olvido, como un agua maldita, nos da una sed más honda que la sed que nos quita, pero estoy tan seguro de poder olvidar...
Y miraré las nubes sin pensar que te quiero, con el hábito sordo de un viejo marinero que aún siente, en tierra firme, la ondulación del mar.
Así estás todavía de pie bajo la lluvia, bajo la clara lluvia de una noche de invierno. de pie bajo la lluvia me llega tu sonrisa, de pie bajo la lluvia te encuentra mi recuerdo.
Y comenzaremos juntos un viaje hacia la aurora. Como dos fugitivos de la misma condena. Lo que ignoraba antes no he de callarlo ahora: No valías la pena.
Amamos porque sí, sencillamente porque sí, sin saberlo, como cuando la espiga se levanta, como la lluvia cuando está cayendo, como el viento que pasa y no lo sabe y sin embargo, pasa y es el viento.
Vengo del fondo oscuro de una noche implacable y contemplo los astros con un gesto de asombro. Al llegar a tu puerta me confieso culpable y una paloma blanca se me posa en el hombro.
Todavía te busco, mujer que busco en vano, mujer que tantas veces cruzaste mi sendero, sin alcanzarte nunca cuando extendí la mano y sin que me escucharas cuando dije: «te quiero...»