Amor, con flores ligas nuestros brazos; los míos te ofrecí lleno de penas, me echaste tus guirnaldas más amenas, secáronse las flores, vi los lazos, y vi que eran cadenas. Nos guías por la senda placentera al templo del placer ciego y propicio; yo te seguí, más viendo el artificio, el peligro y tropel de tu carrera, vi que era un precipicio. Con dulce copa, al parecer sagrada, al hombre brindas, de artificio lleno; bebí; quemóse con su ardor mi seno; con sed insana la dejé apurada y vi que era veneno. Tu mar ofrece, con fingida calma, bonanza sin escollo ni contagio; yo me embarqué con tan falaz presagio, vi cada rumbo que se ofrece al alma, y vi que era un naufragio. El carro de tu madre, ingrata Diosa, vi que tiraban aves inocentes; besáronlas mis labios imprudentes, el pecho me rasgó la más hermosa y vi que ran serpientes. Huye, amor, de mi pecho ya sereno, tus alas mueve a climas diferentes, lleva a los corazones imprudentes cadenas, precipicios y veneno, naufragios y serpientes.
Llegose a mí con el semblante adusto, con estirada ceja y cuello erguido (capaz de dar un peligroso susto al tierno pecho del rapaz Cupido), un animal de los que llaman sabios, y de este modo abrió sus secos labios:
Llame locura al amor, ya lo veo; pero que no se enloquezca cuando otro humor prevalezca, no lo creo. Que una doncella guardada esté del mundo apartada, ya lo veo; pero que no muera ella por salir de ser doncella, no lo creo.
Amor, con flores ligas nuestros brazos; los míos te ofrecí lleno de penas, me echaste tus guirnaldas más amenas, secáronse las flores, vi los lazos, y vi que eran cadenas. Nos guías por la senda placentera al templo del placer ciego y propicio;