Lo que no muere, de Juan de Dios Peza | Poema

    Poema en español
    Lo que no muere

    ¿Suspiros?... ¡Aire!... ¿Lágrimas?... ¡Agua! 
    ¿Insomnios?... ¡Nervios! Tenéis razón: 
    ¡Y yo no duermo, llorando penas! 
    ¡Y yo suspiro, sintiendo amor! 
    Seres felices los que ignoramos 
    Que amor, ternura, dicha y pesar, 
    Sólo son causas que determinan 
    Las secreciones del lagrimal. 
    Hay algo oculto, misterio santo, 
    De nuestra vida fuerza y poder, 
    Ignota llama, constante impulso 
    Que todos sienten, que nadie ve. 
    ¿La sangre acaso? ¡callad, ilusos! 
    ¿La sangre puede reír, llorar? 
    ¿Guardan sus globos los pensamientos, 
    Las esperanzas, lo inmaterial? 
    ¿Quizá los nervios? Hilos que llevan 
    Hasta el cerebro la sensación, 
    ¿También trasmiten los sentimientos 
    Que nos elevan buscando a Dios? 
    Duermo en la alcoba sola y oscura, 
    Y no es tan negra mi soledad, 
    Pues ya dormido, con otros ojos 
    Miro las formas de lo ideal. 
    ¿En qué pupilas y en qué retina 
    Se graba el ángel que alcanzo a ver? 
    ¿Por qué sin ojos mirarlo puedo, 
    Y estando mudo, le hablo también? 
    ¡Sangre! No bastas para la mente. 
    Prestas al barro tinte y color; 
    Y de igual modo correr podrías 
    Dentro la estatua de Pigmalión. 
    Mas este impulso secreto y vago 
    Que le llamamos sentir, pensar; 
    Que nos eleva, que nos contiene, 
    Que deja al barro, y al cielo va; 
    Esta secreta llama que encierra 
    Conciencia, juicio, talento, amor; 
    Que no se palpa, que no se mide: 
    La fe, la gloria, la inspiración; 
    No está en los nervios ni está en la sangre; 
    ¡No! que si fuese materia vil, 
    Cuando se duerme bajo la tumba, 
    Con sangre y nervios quedara allí. 
    Eso es eterno. La ciencia, el arte, 
    Reflejos suyos siempre serán. 
    Fuera del alma ¡cuán pobres somos! 
    ¡Todo se muere! ¡Todo se va!