Florecilla silvestre en tu corola el color azulado de la amapola, esparciendo en el campo gratos olores, sobre el verde alimento de los pastores; tú que ocupas vivienda tan ventilada, sin que ningún casero te pida nada; tú que ves en la sombra que hacen los trigos, cómo aman las hormigas á los hormigos; tú que si de amonarte sientes las ganas, te achispas con roció por las mañanas; tú que alegre soportas en tus costillas cien pintarrajeadas mariposillas, y á mi amor me recuerdas puesto que hallo esbeltez en tu talle, digo, en tu tallo, dime si son mis dudas simples bobadas, ó son, por el contrario, justificadas. Dime si Restituía la chalequera, de verdad se merece que yo la quiera. Dime si es mi recuerdo solo el causante de las negras ojeras de su semblante. Dime tú con franqueza si es inocente su entrevista diaria con un teniente, ó al admitir sus besos y aun otras cosas, lo hace con intenciones pecaminosas. Sácame de esta duda, flor de las flores; porque me van cargando ciertos rumores. ¿Pero no me consuelas? ¿Nada me dices? ¿De mis penas te burlas en mis narices? ¿Crees que no es mi sospecha morrocotuda? ¿Es que has sentado plaza de sordo-muda? Y a que no me respondes, por lo que veo, anda, flor de*los campos, vete á paseo. ¡Yo me tengo la culpa, si así me humillas, por hablar de estas cosas con fiorecillas!
Florecilla silvestre en tu corola el color azulado de la amapola, esparciendo en el campo gratos olores, sobre el verde alimento de los pastores; tú que ocupas vivienda tan ventilada, sin que ningún casero te pida nada;
— Portera; toda vez que ya es el cuarto para mí, quiero que me diga usté qué vecinos hay aquí; porque no debo ignorar entre qué clase de gente vivo. — Pues voy á empezar por el más bajo. — Corriente. — Verá usted. Un tal García,
A l venir de Castrofuerte 4 Madrid á establecerte, me preguntas, caro Arturo, por su clima, y te aseguro que no se qué responderte; pues aunque nunca he salido de l a villa coronada, su clima no he comprendido y á deducir he venido