La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» Sol y rosas. La arboleda movida y fresca, dardea limpias luces verdes. Gresca de pájaros, brisas nuevas. La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» Un cielo de ensueño y seda, hasta el corazón se entra. Los niños, de blanco, juegan, chillan, sudan, llegan: «… nenaaa!» La niña sonríe: «¡Espeeera, voy a cojer la muleta!» Saltan sus ojos. Le cuelga, jirando, falsa, la pierna. Le duele el hombro. Jadea contra los chopos. Se sienta. Ríe y llora y ríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» ¡Mas los pájaros no esperan: los niños no esperan! Yerra la primavera. Es la fiesta del que corre y del que vuela… La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!»
¿Nada todo? Pues ¿y este gusto entero de entrar bajo la tierra, terminado igual que un libro bello? ¿Y esta delicia plena de haberse desprendido de la vida, como un fruto perfecto, de su rama? ¿Y esta alegría sola de haber dejado en lo invisible