La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» Sol y rosas. La arboleda movida y fresca, dardea limpias luces verdes. Gresca de pájaros, brisas nuevas. La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» Un cielo de ensueño y seda, hasta el corazón se entra. Los niños, de blanco, juegan, chillan, sudan, llegan: «… nenaaa!» La niña sonríe: «¡Espeeera, voy a cojer la muleta!» Saltan sus ojos. Le cuelga, jirando, falsa, la pierna. Le duele el hombro. Jadea contra los chopos. Se sienta. Ríe y llora y ríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!» ¡Mas los pájaros no esperan: los niños no esperan! Yerra la primavera. Es la fiesta del que corre y del que vuela… La niña sonríe: «¡Espera, voy a cojer la muleta!»
Juan Ramón Jiménez (1881-1958) es un autor esencial para la poesía en lengua española. Sus propuestas estéticas marcan una línea divisoria entre el Romanticismo de Espronceda y Bécquer, bajo cuya influencia escribe sus primeros versos, y el Modernismo y las vanguardias de las primeras décadas del siglo XX. Deslumbran en su poesía el rico caudal de sus luminosas imágenes y la profundidad conceptual y simbólica de sus versos. El exilio en América durante las décadas de los cuarenta y cincuenta enriquece su poesía, la cual adquiere una dimensión cósmica y mística sin precedentes en la tradición española. No en vano fue Premio Nobel de Literatura en 1956 por el conjunto de su obra.
¿Nada todo? Pues ¿y este gusto entero de entrar bajo la tierra, terminado igual que un libro bello? ¿Y esta delicia plena de haberse desprendido de la vida, como un fruto perfecto, de su rama? ¿Y esta alegría sola de haber dejado en lo invisible