Los ruidos normales después de las catástrofes,
golpes aquí y allá, como reconvenciones
o como caricias,
en las cosas que fueron causantes o causadas.
Atrevimientos, poco a poco,
a la salida, a la espansión, al orden,
a la revisión triste (triste siempre).
Aquí y allá, un respiro;
un sonarse el llorar; la afable voz (flor de la frente)
que piensa cómo aquello
pudo haber sucedido a quien, todos los días,
a lo que cada día
usábamos, tratábamos con la destemplanza.
Roces unidos, un momento, de seres y de cosas,
sobre ruinas o sobre vacíos,
para incluirnos, todo, con lo altivo intacto,
en el olvidador refujio físico o moral del tiempo nuevo.