Yo estaba junto a mi mesa
y entre mis flores, leyendo
el libro triste y amargo
del poeta de mis sueños.
Ella se acercó callada
y me dijo: -Si los versos
te gustan más que mis labios,
ya nunca te daré un beso.
¿Vienes conmigo? ¡La tarde
está tan hermosa! Quiero
antes que llegue la noche
ir por jazmines al huerto.
-Si quieres vamos; y mientras
coges jazmines, yo leo
del libro triste y amargo
del poeta de mis sueños.
Me miró triste; sus ojos,
llenos de amor, me dijeron
que no. -¿No quieres? -Voy sola...
Entonces seguí leyendo.
Con lento paso, la pobre
se fue, sufriendo en silencio;
se fue al huerto por jazmines...
yo me quedé con mis versos.
Iba vestida de blanco.
Después mis ojos la vieron
llorando y cogiendo flores
allá en la sombra del huerto.