Yo estaba junto a mi mesa y entre mis flores, leyendo el libro triste y amargo del poeta de mis sueños.
Ella se acercó callada y me dijo: -Si los versos te gustan más que mis labios, ya nunca te daré un beso.
¿Vienes conmigo? ¡La tarde está tan hermosa! Quiero antes que llegue la noche ir por jazmines al huerto.
-Si quieres vamos; y mientras coges jazmines, yo leo del libro triste y amargo del poeta de mis sueños.
Me miró triste; sus ojos, llenos de amor, me dijeron que no. -¿No quieres? -Voy sola... Entonces seguí leyendo.
Con lento paso, la pobre se fue, sufriendo en silencio; se fue al huerto por jazmines... yo me quedé con mis versos.
Iba vestida de blanco. Después mis ojos la vieron llorando y cogiendo flores allá en la sombra del huerto.
Juan Ramón Jiménez (1881-1958) es un autor esencial para la poesía en lengua española. Sus propuestas estéticas marcan una línea divisoria entre el Romanticismo de Espronceda y Bécquer, bajo cuya influencia escribe sus primeros versos, y el Modernismo y las vanguardias de las primeras décadas del siglo XX. Deslumbran en su poesía el rico caudal de sus luminosas imágenes y la profundidad conceptual y simbólica de sus versos. El exilio en América durante las décadas de los cuarenta y cincuenta enriquece su poesía, la cual adquiere una dimensión cósmica y mística sin precedentes en la tradición española. No en vano fue Premio Nobel de Literatura en 1956 por el conjunto de su obra.
¿Nada todo? Pues ¿y este gusto entero de entrar bajo la tierra, terminado igual que un libro bello? ¿Y esta delicia plena de haberse desprendido de la vida, como un fruto perfecto, de su rama? ¿Y esta alegría sola de haber dejado en lo invisible