Tú duermes, ya lo sé. Te estoy velando. No importa que estés lejos, que no escuche tu cadencia en la sombra; no importa que no pueda pasar mi mano sobre tu cabeza, tus sienes y tus hombros.
No es el amor, lo sé, pero es de noche y yo estoy sola, frente al mar que espera con las uñas viscosas de sus algas y el sello de la sal sobre sus piedras: sin cesar, desde el agua y las espumas mil ramajes de brazos me recuerdan que aguardan todavía