Me asomo a tu belleza, de Luis Felipe Vivanco | Poema

    Poema en español
    Me asomo a tu belleza

    «Cuando mi pensamiento va hacia ti se perfuma.» 
    Rubén Darío 

     
    Recibo y agradezco tu espuela de inquietud y tu deslumbramiento, 
    tu racha de criatura que sustituye a Dios suficiente y cercana. 
    Tal vez buscabas a tientas, con ojeras pasivas y cautivas, 
    lo que no puede haber, ni triunfar, ni ocupar mis risas y mis lágrimas. 
    Pero quedaba aparte el corazón poroso 
    mientras las manos aprendían su polvorienta y libre trashumancia. 
    Una vez y otra vez la belleza y su ausencia, 
    un pozo inhabitable y marginal, no me bastaban. 
    Y ahora, casi encendido en triunfo y perspectiva 
    de homenaje viril, me asomo a tu belleza sin alhajas. 
    ¿Qué veo y qué sospecho? ¿Qué huelo y qué respiro? 
    ¿Qué sombra está nevando, qué nieve está reuniendo sus pestañas? 
    En el mar de los celtas que añoras y ambicionas 
    y un muerto ejemplar y un desafío de murallas falsas. 
    Me asomo a tu belleza con retraso y me pongo a llorar como un cuclillo 
    no dejo de amarte aunque a tu lado me duele mucho la garganta. 
    Me duelen las palabras que no digo y el tranvía de tantos desaciertos, 
    me duelen y persiguen tus épocas sin mí y el pecho pastoril de tu cabaña. 
    Me atrevo a la delicia de los frutos que hay que morder contigo 
    me ciño a tu pelo deshecho de burbujas y a tu persona que no acaba. 
    Mi cabeza preside mis hombros y vagones prosaicos en el muelle 
    mi corazón en cambio renueva su permiso de asistir a tu fábula 
    ¿Qué máquinas te piensan con orgullo, qué orquesta te respeta 
    qué múltiples telares y monturas te disculpan y halagan? 
    Ondeando y sonando discrepas de ti misma y eliges tu impaciencia y tu locura 
    pero pronto se llenan tus pupilas de rápidas chorreras y piedrecitas blancas. 
    Tu aparición destruye los cielos más nublados y enlutados 
    misteriosa y ligera, y encinta de otras nubes como el agua 
    Cazadora y asidua confirmas tu radiante promesa de Artemisa 
    provocando el tumulto de las fieras que van en pos de tus pisadas. 
    Me asomo a tu belleza y no consigo comunicar contigo 
    que estás sola en la arena, nadando hacia el oscuro promontorio y esperándome.