«Cuando mi pensamiento va hacia ti se perfuma.» Rubén Darío
Recibo y agradezco tu espuela de inquietud y tu deslumbramiento, tu racha de criatura que sustituye a Dios suficiente y cercana. Tal vez buscabas a tientas, con ojeras pasivas y cautivas, lo que no puede haber, ni triunfar, ni ocupar mis risas y mis lágrimas. Pero quedaba aparte el corazón poroso mientras las manos aprendían su polvorienta y libre trashumancia. Una vez y otra vez la belleza y su ausencia, un pozo inhabitable y marginal, no me bastaban. Y ahora, casi encendido en triunfo y perspectiva de homenaje viril, me asomo a tu belleza sin alhajas. ¿Qué veo y qué sospecho? ¿Qué huelo y qué respiro? ¿Qué sombra está nevando, qué nieve está reuniendo sus pestañas? En el mar de los celtas que añoras y ambicionas y un muerto ejemplar y un desafío de murallas falsas. Me asomo a tu belleza con retraso y me pongo a llorar como un cuclillo no dejo de amarte aunque a tu lado me duele mucho la garganta. Me duelen las palabras que no digo y el tranvía de tantos desaciertos, me duelen y persiguen tus épocas sin mí y el pecho pastoril de tu cabaña. Me atrevo a la delicia de los frutos que hay que morder contigo me ciño a tu pelo deshecho de burbujas y a tu persona que no acaba. Mi cabeza preside mis hombros y vagones prosaicos en el muelle mi corazón en cambio renueva su permiso de asistir a tu fábula ¿Qué máquinas te piensan con orgullo, qué orquesta te respeta qué múltiples telares y monturas te disculpan y halagan? Ondeando y sonando discrepas de ti misma y eliges tu impaciencia y tu locura pero pronto se llenan tus pupilas de rápidas chorreras y piedrecitas blancas. Tu aparición destruye los cielos más nublados y enlutados misteriosa y ligera, y encinta de otras nubes como el agua Cazadora y asidua confirmas tu radiante promesa de Artemisa provocando el tumulto de las fieras que van en pos de tus pisadas. Me asomo a tu belleza y no consigo comunicar contigo que estás sola en la arena, nadando hacia el oscuro promontorio y esperándome.
«Cuando mi pensamiento va hacia ti se perfuma.» Rubén Darío
Recibo y agradezco tu espuela de inquietud y tu deslumbramiento, tu racha de criatura que sustituye a Dios suficiente y cercana. Tal vez buscabas a tientas, con ojeras pasivas y cautivas,
Tú estás en ese taxi parado, sí, eres Tú -un bulto en el crepúsculo- junto al bordillo blanco donde se acaba el campo de enfrente o descampado. Lo sé, aunque no te he visto (y aunque dentro del taxi