Averigua, dulce corazón de hermana imperdonable, cómo llegó hasta casa la discordia y cómo nos estalló en las manos un juguete que nunca deseamos, recuerda.
Nos estalló en las manos. A ti te llevó la cara y a mí la mano izquierda. Ahora sólo puedo escribir pensando en mi amiga muerta. Ahora, dulce corazón de hermana imperdonable, sólo puedo escribir.
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Averigua, dulce hermana que nada perdonas ni a tus huestes eliges, dónde prendió el mal y qué he hecho y qué has hecho, quién de todas las furias (enmascarada, soberbia), desbarató la obra que el tiempo había erguido y se comió el papel donde quedaba escrito para el hombre venidero, aquel que te llamaba al fondo de la carretera con los brazos abiertos y el color de los ojos aún por determinar, la forma en que habrías de reconocerlo:
Llegará de día con los rayos del sol, no enturbiará su mirada el frío del amanecer ni los oscuros reclamos del bosque.
Pero cuando sea la hora tú ya no estarás. Estaré yo. y en ese momento del baile la muerte cambiará de pareja.
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Abre los ojos, es ella otra vez. No tengas miedo, es una cara amiga y te hablará con las mismas palabras de siempre. No deben sorprenderte sus frases de agradecimiento por oírla ya muerta ni sus gestos de disculpa por yacer en el suelo.
Sabes que no se irá aunque tú te vayas y tus ojos no quieran ver. Sabes que no se irá, seguirá aquí, por una eternidad seguirá aquí. Eres tú la que ocupas su lugar. Eres tú la que llenas su tiempo.
Averigua, dulce corazón de hermana imperdonable, cómo llegó hasta casa la discordia y cómo nos estalló en las manos un juguete que nunca deseamos, recuerda.
Algunas palabras para perder la vía, algunas palabras, que no falten palabras, quiero saber el lugar que ocupa mi odio, quiero saber dónde se puede encontrar una tienda del mejor de los vinos del vaso de la palabra.