Ausencia, de Manuel Machado | Poema

    Poema en español
    Ausencia

    No tienes quien te bese 
    tus labios de grana, 
    Ni quien tu cintura elástica estreche, 
    dice tu mirada. 

    No tienes quien hunda 
    Las manos amantes 
    en tu pelo hermoso, y a tus ojos negros 
    no se asoma nadie. 

    Dice tu mirada 
    que de noche, a solas, 
    suspiras y dices en la sombra tibia 
    las terribles cosas... 

    Las cosas de amores 
    que nadie ha escuchado, 
    esas que se dicen los que bien se quieren 
    a eso de las cuatro. 

    A eso de las cuatro 
    de la madrugada, 
    cuando invade un poco de frío la alcoba 
    y clarea el alba. 

    Cuando yo me acuesto, 
    fatigado y solo, 
    pensando en tus labios de grana, en tu pelo 
    y en tus ojos negros...

    • Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed. 
      Unos ojos de hastío y una boca de sed... 
      Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe... 
      Calaveradas, amoríos... Nada grave, 
      Un poco de locura, un algo de poesía, 
      una gota del vino de la melancolía... 

    • El ciego sol se estrella 
      en las duras aristas de las armas, 
      llaga de luz los petos y espaldares 
      y flamea en las puntas de las lanzas. 
      El ciego sol, la sed y la fatiga. 
      Por la terrible estepa castellana, 
      al destierro, con doce de los suyos 

    • A Miguel de Unamuno 
       
      Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron 
      —soy de la raza mora, vieja amiga del Sol—, 
      que todo lo ganaron y todo lo perdieron. 
      Tengo el alma de nardo del árabe español. 

    • Llorando, llorando, 
      nochecita oscura, por aquel camino 
      la andaba buscando. 

      Conmigo no vengas... 
      Que la suerte mía por malitos pasos, 
      gitana me lleva. 

      ¡Mare del Rosario, 
      cómo yo guardaba el pelito suyo 
      en un relicario! 

    • En tu boca roja y fresca 
      beso, y mi sed no se apaga, 
      que en cada beso quisiera 
      beber entera tu alma. 

      Me he enamorado de ti 
      y es enfermedad tan mala, 
      que ni la muerte la cura, 
      ¡bien lo saben los que aman! 

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