Última, de Manuel Machado | Poema

    Poema en español
    Última

    Ya me ha dado la experiencia 
    esa clásica ignorancia 
    que no tiene la fragancia 
    del primero no saber. 
    ¡Oh la ciencia de inocencia! 
    ¡Oh la vida empedernida!… 
    Desde que empezó mi vida 
    no he hecho yo más que perder. 
    Ya mis ojos se han manchado 
    con la vista de lo feo. 
    No creía… Y ahora creo 
    en todo y en algo más. 
    He querido serlo todo 
    y ya ni sé si soy algo… 
    De lo que dicen que valgo 
    no me he creído jamás. 
    Escritor irremediable, 
    tengo la obsesión maldita 
    de la vil palabra escrita 
    en el odioso papel. 
    Y mi ingenio -¡el admirable!- 
    en mi martirio se ingenia… 
    Con él y mi neurastenia 
    llevo el alma a flor de piel. 
    Apenado, sin dolores. 
    Amoroso, sin mujeres. 
    Libertino, sin placeres, 
    y rendido, sin reñir. 
    Ando, amante sin amores, 
    con mi juventud podrida, 
    por la feria de la vida, 
    sin llorar y sin reír. 
    La gloria… ¡para mañana! 
    ¿El dinero? Yo no quiero 
    placeres por mi dinero… 
    La voluntad… ¡Es verdad! 
    Con ella todo se gana; 
    borra montes, seca pontos… 
    Yo no he visto más que tontos 
    que tuvieran voluntad. 
    Y ahora, en mitad del camino, 
    también me cansa el acaso. 
    … Perdí el ritmo de mi paso 
    y me harté de caminar. 
    La voluntad y el destino 
    diera por una bicoca… 
    – Y yo… 
    – Tú, calla. ¡Tu boca 
    es sólo para besar!

    • Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed. 
      Unos ojos de hastío y una boca de sed... 
      Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe... 
      Calaveradas, amoríos... Nada grave, 
      Un poco de locura, un algo de poesía, 
      una gota del vino de la melancolía... 

    • El ciego sol se estrella 
      en las duras aristas de las armas, 
      llaga de luz los petos y espaldares 
      y flamea en las puntas de las lanzas. 
      El ciego sol, la sed y la fatiga. 
      Por la terrible estepa castellana, 
      al destierro, con doce de los suyos 

    • A Miguel de Unamuno 
       
      Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron 
      —soy de la raza mora, vieja amiga del Sol—, 
      que todo lo ganaron y todo lo perdieron. 
      Tengo el alma de nardo del árabe español. 

    • Llorando, llorando, 
      nochecita oscura, por aquel camino 
      la andaba buscando. 

      Conmigo no vengas... 
      Que la suerte mía por malitos pasos, 
      gitana me lleva. 

      ¡Mare del Rosario, 
      cómo yo guardaba el pelito suyo 
      en un relicario! 

    • En tu boca roja y fresca 
      beso, y mi sed no se apaga, 
      que en cada beso quisiera 
      beber entera tu alma. 

      Me he enamorado de ti 
      y es enfermedad tan mala, 
      que ni la muerte la cura, 
      ¡bien lo saben los que aman! 

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