¡Oh, el sotto voce balbuciente, oscuro,
de la primer lujuria!... ¡Oh, la delicia
del beso adolescente, casi puro!...
¡Oh, el no saber de la primer caricia!...
¡Despertarse de amor entre cantares
y humedad del jardín, llanto sin pena,
divina enfermedad que el alma llena,
primera mancha de los azahares!...
Ángel, niño, mujer.... Los sensuales
ojos adormilados y anegados
en inauditas savias incipientes...
¡Y los rostros de almendra, virginales,
como flores al sol aurirrosados,
en los campos de mayo sonrientes!