Ya me ha dado la experiencia
esa clásica ignorancia
que no tiene la fragancia
del primero no saber.
¡Oh la ciencia de inocencia!
¡Oh la vida empedernida!…
Desde que empezó mi vida
no he hecho yo más que perder.
Ya mis ojos se han manchado
con la vista de lo feo.
No creía… Y ahora creo
en todo y en algo más.
He querido serlo todo
y ya ni sé si soy algo…
De lo que dicen que valgo
no me he creído jamás.
Escritor irremediable,
tengo la obsesión maldita
de la vil palabra escrita
en el odioso papel.
Y mi ingenio -¡el admirable!-
en mi martirio se ingenia…
Con él y mi neurastenia
llevo el alma a flor de piel.
Apenado, sin dolores.
Amoroso, sin mujeres.
Libertino, sin placeres,
y rendido, sin reñir.
Ando, amante sin amores,
con mi juventud podrida,
por la feria de la vida,
sin llorar y sin reír.
La gloria… ¡para mañana!
¿El dinero? Yo no quiero
placeres por mi dinero…
La voluntad… ¡Es verdad!
Con ella todo se gana;
borra montes, seca pontos…
Yo no he visto más que tontos
que tuvieran voluntad.
Y ahora, en mitad del camino,
también me cansa el acaso.
… Perdí el ritmo de mi paso
y me harté de caminar.
La voluntad y el destino
diera por una bicoca…
– Y yo…
– Tú, calla. ¡Tu boca
es sólo para besar!