Soy la plegaria que cruza este mundo donde nada es mío: soy la paloma en el cielo, amor, por donde te voy buscando. Rozando la ruta fecunda, espigando la vida a cada paso, he ganado los dos flancos del mundo, Pendiente del soplo divino. Ese soplo depuró la ternura que fluía de mi canto herido y vertió su santo entusiasmo sobre el pobre y sobre el cautivo. Y heme aquí, sigo alabando mi única posesión, el recuerdo, recorriendo, de aurora en aurora el interminable porvenir. Voy al desierto lleno de agua viva a lavar las alas de mi corazón, pues sé que hay otras orillas para aquellos que os buscan, ¡Señor! allí veré subir las falanges de los pueblos que el hambre ha aniquilado, y veré cómo regresan los ángeles, desterrados, pero más tarde invocados» Dejadme pasar, soy madre; al hado volveré a pedirle los dulces frutos de una flor amarga, mis hijos, que la muerte me ha robado. Creador de sus jóvenes encantos, vos, que contáis los gritos fervientes, os daré tantas lágrimas ¡Que me devolveréis a mis hijos!
¡El infierno está aquí! El otro no me asusta. Empero, el purgatorio mi corazón disgusta. De él me han hablado mucho y su nombre funesto en mi corazón débil ha encontrado su puesto. Cuando la ola de días va agostando mi flor,
¡El infierno está aquí! El otro no me asusta. Empero, el purgatorio mi corazón disgusta. De él me han hablado mucho y su nombre funesto en mi corazón débil ha encontrado su puesto. Cuando la ola de días va agostando mi flor,
Soy la plegaria que cruza este mundo donde nada es mío: soy la paloma en el cielo, amor, por donde te voy buscando. Rozando la ruta fecunda, espigando la vida a cada paso, he ganado los dos flancos del mundo, Pendiente del soplo divino.