El hombre que resiste es menos infeliz, acusa poco la llegada del mal a sus dominios, ignorando si hay viento de levante o poniente, o si en sus tentaciones ha crecido la hierba. Cuántas veces el cuerpo está llagado hasta el punto de ansiar la sepultura. Pero nada termina por derrotar al hombre que ha visto su victoria ya de lejos, aunque apenas le queden fuerzas para arrancarla al enemigo. Cuántas veces la débil naturaleza sirve de escudo atemperado contra alguna supuesta rebeldía. Pero aquél que resiste llega a vivir del todo, enraizado en la oculta verdad que le define.
El hombre que resiste es menos infeliz, acusa poco la llegada del mal a sus dominios, ignorando si hay viento de levante o poniente, o si en sus tentaciones ha crecido la hierba. Cuántas veces el cuerpo está llagado
Son seres grises, inequívocamente masculinos, que lo mismo me envían algún ramo de rosas con cuatro plenilunios de retraso, que intentan sorprenderme al llegar en su lata (léase coche) último modelo donde se sienten mágicos.
Nadie te ha dado nada, tú lo sabes. Y lo entiendes mejor cada mañana cuando abres tu vacío a los primeros rayos del sol. Entonces agradeces tener por toda herencia tus sentidos para ese instante alado de gorriones que te hace despertar, para ese aroma