Las manos, de Miguel Hernández | Poema

    Poema en español
    Las manos

    Brotan del corazón, irrumpen por los brazos, 
    saltan, y desembocan sobre la luz herida 
    a golpes, a zarpazos. 

    La mano es la herramienta del alma, su mensaje, 
    y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente. 
    Alzad, moved las manos en un gran oleaje, 
    hombres de mi simiente. 

    Ante la aurora veo surgir las manos puras 
    de los trabajadores terrestres y marinos, 
    como una primavera de alegres dentaduras, 
    de dedos matutinos. 

    Endurecidamente pobladas de sudores, 
    retumbantes las venas desde las uñas rotas, 
    constelan los espacios de andamios y clamores, 
    relámpagos y gotas. 

    Conducen herrerías, azadas y telares, 
    muerden metales, montes, raptan hachas, encinas, 
    y construyen, si quieren, hasta en los mismos mares 
    fábricas, pueblos, minas. 

    Estas sonoras manos oscuras y lucientes 
    las reviste una piel de invencible corteza, 
    y son inagotables y generosas fuentes 
    de vida y de riqueza. 

    Como si con los astros el polvo peleara, 
    como si los planetas lucharan con gusanos, 
    la especie de las manos trabajadora y clara 
    lucha con otras manos. 

    Feroces y reunidas en un bando sangriento, 
    avanzan al hundirse los cielos vespertinos 
    unas manos de hueso lívido y avariento, 
    paisaje de asesinos. 

    No han mudado: no cantan. Sus dedos vagan roncos, 
    mudamente aletean, se ciernen, se propagan. 
    Ni tejieron la pana, ni mecieron los troncos, 
    y blandas de ocio vagan. 

    Empuñan crucifijos y acaparan tesoros 
    que a nadie corresponden sino a quien los labora, 
    y sus mudos crepúsculos absorben los sonoros 
    caudales de la aurora. 

    Orgullo de puñales, arma de bombardeos 
    con un cáliz, un crimen y un muerto en cada uña: 
    ejecutoras pálidas de los negros deseos 
    que la avaricia empuña. 

    ¿Quién lavará estas manos fangosas que se extienden 
    al agua y la deshonran, enrojecen y estragan? 
    Nadie lavará manos que en el puñal se encienden 
    y en el amor se apagan. 

    Las laboriosas manos de los trabajadores 
    caerán sobre vosotras con dientes y cuchillas. 
    Y las verán cortadas tantos explotadores 
    en sus mismas rodillas.