Menos tu vientre, de Miguel Hernández | Poema

Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos, 
que son dos hormigueros solitarios, 
y son mis manos sin las tuyas varios 
intratables espinos a manojos. 

La cebolla es escarcha 
cerrada y pobre: 
escarcha de tus días 
y de mis noches. 
Hambre y cebolla: 
hielo negro y escarcha 
grande y redonda. 

Boca que arrastra mi boca: 
boca que me has arrastrado: 
boca que vienes de lejos 
a iluminarme de rayos. 

Umbrío por la pena, casi bruno, 
porque la pena tizna cuando estalla, 
donde yo no me hayo no se halla 
hombre más apenado que ninguno. 

Sobre la pena duermo solo y uno, 

El mundo es como aparece 
ante mis cinco sentidos, 
y ante los tuyos que son 
las orillas de los míos. 
El mundo de los demás 
no es el nuestro: no es el mismo. 
Lecho del agua que soy, 
tú, los dos, somos el río 
donde cuanto más profundo 

Sonreír con la alegre tristeza del olivo. 
Esperar. No cansarse de esperar la alegría. 
Sonriamos. Doremos la luz de cada día 
en esta alegre y triste vanidad del ser vivo. 

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se 
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé, 
a quien tanto quería) 

Yo quiero ser llorando el hortelano 
de la tierra que ocupas y estercolas, 
compañero del alma, tan temprano. 

Pintada, no vacía: 
pintada está mi casa 
del color de las grandes 
pasiones y desgracias. 

Regresará del llanto 
adonde fue llevada 
con su desierta mesa, 
con su ruinosa cama. 

Florecerán los besos 
sobre las almohadas.