Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos, que son dos hormigueros solitarios, y son mis manos sin las tuyas varios intratables espinos a manojos.
No me encuentro los labios sin tus rojos, que me llenan de dulces campanarios, sin ti mis pensamientos son calvarios criando nardos y agostando hinojos.
No sé qué es de mi oreja sin tu acento, ni hacia qué polo yerro sin tu estrella, y mi voz sin tu trato se afemina.
Los olores persigo de tu viento y la olvidada imagen de tu huella, que en ti principia, amor, y en mí termina.
Diciembre ha congelado su aliento de dos filos, y lo resopla desde los cielos congelados, como una llama seca desarrollada en hilos, como una larga ruina que ataca a los soldados.
Menos tu vientre, todo es confuso. Menos tu vientre, todo es futuro fugaz, pasado baldío, turbio. Menos tu vientre, todo es oculto. Menos tu vientre, todo inseguro, todo postrero, polvo sin mundo. Menos tu vientre,
Hijo soy del ay, mi hijo, hijo de su padre amargo. En un ay fui concebido y en un ay fui engendrado. Dolor de macho y de hembra frente al uno el otro: ambos. En un ay puse a mi madre el vientre disparatado: iba la pobre —¡ay, qué peso!—
Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío: claridad absoluta, transparencia redonda. Limpidez cuya extraña, como el fondo del río, con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda..