Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos, que son dos hormigueros solitarios, y son mis manos sin las tuyas varios intratables espinos a manojos.
No me encuentro los labios sin tus rojos, que me llenan de dulces campanarios, sin ti mis pensamientos son calvarios criando cardos y agostando hinojos.
No sé qué es de mi oreja sin tu acento, ni hacia qué polo yerro sin tu estrella, y mi voz sin tu trato se afemina.
Los olores persigo de tu viento y la olvidada imagen de tu huella, que en ti principia, amor, en mí termina.
Ha enmudecido el campo, presintiendo la lluvia. Reaparece en la tierra su primer abandono. La alegría del cielo se desconsuela a veces, sobre un pastor sediento.