Te me mueres de casta y de sencilla: estoy convicto, amor, estoy confeso de que, raptor intrépido de un beso, yo te libé la flor de la mejilla. Yo te libé la flor de la mejilla, y desde aquella gloria, aquel suceso, tu mejilla, de escrúpulo y de peso, se te cae deshojada y amarilla. El fantasma del beso delincuente el pómulo te tiene perseguido, cada vez más potente, negro y grande. Y sin dormir estás, celosamente, vigilando mi boca ¡con qué cuido! para que no se vicie y se desmande.
Colorado colorín ¡como alegras mi jardín sin un ave melodiosa, ni una hoja ni una rosa! Colorado colorín, canta, encántame sin fin. Bate, bate magistral la bolita de cristal o el levísimo clarín que, sin duda en el estuche