Un albañil quería... No le faltaba aliento. Un albañil quería, piedra tras piedra, muro tras muro, levantar una imagen al viento desencadenador en el futuro.
Quería un edificio capaz de lo más leve. No le faltaba aliento. ¡Cuánto aquel ser quería! Piedras de plumas, muros de pájaros los mueve una imaginación al mediodía.
Reía. Trabajaba. Cantaba. De sus brazos, con un poder más alto que el ala de los truenos iban brotando muros lo mismo que aletazos. Pero los aletazos duran menos.
Al fin, era la piedra su agente. Y la montaña tiene valor de vuelo si es totalmente activa. Piedra por piedra es peso y hunde cuanto acompaña aunque esto sea un mundo de ansia viva.
Un albañil quería... Pero la piedra cobra su torva densidad brutal en un momento. Aquel hombre labraba su cárcel. Y en su obra fueron precipitados él y el viento.
Te has negado a cerrar los ojos, muerto mío, abiertos ante el cielo como dos golondrinas: su color coronado de junios, ya es rocío alejándose a ciertas regiones matutinas.
El último y el primero: rincón para el sol más grande, sepultura de esta vida donde tus ojos no caben. Allí quisiera tenderme para desenamorarme. Por el olivo lo quiero, lo percibo por la calle, se sume por los rincones
De sangre en sangre vengo, como el mar de ola en ola, de color de amapola el alma tengo, de amapola sin suerte es mi destino, y llego de amapola en amapola a dar en la cornada de mi sino.
Hoy estoy sin saber yo no sé cómo, hoy estoy para penas solamente, hoy no tengo amistad, hoy sólo tengo ansias de arrancarme de cuajo el corazón y ponerlo debajo de un zapato.
Un albañil quería... No le faltaba aliento. Un albañil quería, piedra tras piedra, muro tras muro, levantar una imagen al viento desencadenador en el futuro.