Ahora mismo enhebro esta aguja con el hilo de un propósito que no digo y me pongo a remendar. Ninguno de los prodigios que anunciaban taumaturgos insignes se ha cumplido, y los años pasan de prisa. De nada a poco, y siempre con el viento de cara, qué largo camino de angustia y de silencios. Y estamos donde estamos, más vale saberlo y decirlo y asentar los pies en la tierra y proclamarnos herederos de un tiempo de dudas y de renuncias en que los ruidos ahogan las palabras y con muchos espejos medio enmascaramos la vida. De nada nos vale la añoranza o la queja, ni el toque de displicente melancolía que nos ponemos por jersey o corbata cuando salimos a la calle. Tenemos a penas lo que tenemos y basta: el espacio de historia concreta que nos corresponde, y un minúsculo territorio para vivirla. Pongámonos de pie otra vez y que se sienta la voz de todos solemne y claramente. Gritemos quién somos y que todos lo oigan. Y al acabar, que cada uno se vista como buenamente le apetezca, y ¡adelante! que todo está por hacer y todo es posible.
Ahora mismo enhebro esta aguja con el hilo de un propósito que no digo y me pongo a remendar. Ninguno de los prodigios que anunciaban taumaturgos insignes se ha cumplido, y los años pasan de prisa. De nada a poco, y siempre con el viento de cara,
El año que viene ya nadie se fijará en nosotros. Ahora somos recién llegados y nos miran con desprecio hasta los que llevan aquí cuarenta años y nada les altera. Tenemos un aire aturdido y tenaz que hace reír a las mujeres