El año que viene ya nadie se fijará en nosotros. Ahora somos recién llegados y nos miran con desprecio hasta los que llevan aquí cuarenta años y nada les altera. Tenemos un aire aturdido y tenaz que hace reír a las mujeres y apenas si nos atrevemos a girar la cabeza por temor a perder el equilibrio.
De aquí en un año, sin embargo, habremos mudado la piel, llevaremos la ropa con más desenvoltura, perseguiremos a las chicas y tendremos que decir palabras duras sin sentir que nos tiemblan las piernas. Será entonces el momento de esperar a los otros, a los recién llegados con turno de entrar en el juego formando parte ya para siempre del bando que odiábamos el momento de intentar formas nuevas de ganarse el halago con una risotada en estúpida complicidad, o tal vez una ruidosa blasfemia de sorpresa.
Y envejeceremos deprisa, porque nada cansa tanto como lograr en un solo año todo lo que anhelábamos.
Ahora mismo enhebro esta aguja con el hilo de un propósito que no digo y me pongo a remendar. Ninguno de los prodigios que anunciaban taumaturgos insignes se ha cumplido, y los años pasan de prisa. De nada a poco, y siempre con el viento de cara,
El año que viene ya nadie se fijará en nosotros. Ahora somos recién llegados y nos miran con desprecio hasta los que llevan aquí cuarenta años y nada les altera. Tenemos un aire aturdido y tenaz que hace reír a las mujeres