Ejercicio de piano con amapola de siete a nueve de la mañana
Sobre la quemadura de la amapola aplícate jazmines, que eso la cura; si acaso fuese grave la quemadura usarás la camelia, pero una sola.
Cuando el cielo en verano se tornasola y ni una nube vaga de cruel blancura, y el hastío te invade como una impura serpiente que te aprieta y asfixia y viola,
búscate una muchacha que toque viola, siempre que de ella sea la partitura, y quémala tú mismo con amapola;
una muchacha fresca, sonriente y pura y dale una camelia, pero una sola, si acaso fuese grave la quemadura...
El alma vuela y vuela buscándote a lo lejos, Rosa tú, melancólica rosa de mi recuerdo. Cuando la madrugada va el campo humedeciendo, y el día es como un niño que despierta en el cielo, Rosa tú, melancólica, ojos de sombra llenos,
Cuando me veo y toco yo, Juan sin Nada no más ayer, y hoy Juan con Todo, y hoy con todo, vuelvo los ojos, miro, me veo y toco y me pregunto cómo ha podido ser.
La tarde abandonada gime deshecha en lluvia. Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana. Duros suspiros rotos, quimeras lastimadas. Lentamente va viniendo tu cuerpo. Llegan tus manos en su órbita de aguardiente de caña;
... ¿Puedes venderme el aire que pasa entre tus dedos y te golpea la cara y te despeina? ¿Tal vez podrías venderme cinco pesos de viento, o más, quizás venderme una tormenta? ¿Acaso el aire fino me venderías, el aire (no todo) que recorre