Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan; siempre me matan, me matan, siempre me matan.
Ayer vi a un hombre mirando, mirando el sol que salía; ayer vi a un hombre mirando, mirando el sol que salía: el hombre estaba muy serio porque el hombre no veía. Ay, los ciegos viven sin ver cuando sale el sol, cuando sale el sol, ¡cuando sale el sol!
Ayer vi a un niño jugando a que mataba a otro niño; ayer vi a un niño jugando a que mataba a otro niño: hay niños que se parecen a los hombres trabajando. ¡Quién le dirá cuando crezcan que los hombres no son niños, que no lo son, que no lo son, que no lo son!
Me matan si no trabajo, y si trabajo me matan; siempre me matan, me matan, ¡siempre me matan!
Cuando me veo y toco yo, Juan sin Nada no más ayer, y hoy Juan con Todo, y hoy con todo, vuelvo los ojos, miro, me veo y toco y me pregunto cómo ha podido ser.
El alma vuela y vuela buscándote a lo lejos, Rosa tú, melancólica rosa de mi recuerdo. Cuando la madrugada va el campo humedeciendo, y el día es como un niño que despierta en el cielo, Rosa tú, melancólica, ojos de sombra llenos,
La tarde abandonada gime deshecha en lluvia. Del cielo caen recuerdos y entran por la ventana. Duros suspiros rotos, quimeras lastimadas. Lentamente va viniendo tu cuerpo. Llegan tus manos en su órbita de aguardiente de caña;
... ¿Puedes venderme el aire que pasa entre tus dedos y te golpea la cara y te despeina? ¿Tal vez podrías venderme cinco pesos de viento, o más, quizás venderme una tormenta? ¿Acaso el aire fino me venderías, el aire (no todo) que recorre