Poema 21. Que los ruidos te perforen los dientes, de Oliverio Girondo | Poema

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    Poema 21. Que los ruidos te perforen los dientes

    Que los ruidos te perforen los dientes, como una lima de dentista, y la memoria se te llene de herrumbre, de olores descompuestos y de palabras rotas. 

    Que te crezca, en cada uno de los poros, una pata de araña; que sólo puedas alimentarte de barajas usadas y que el sueño te reduzca, como una aplanadora, al espesor de tu retrato. 

    Que al salir a la calle, hasta los faroles te corran a patadas; que un fanatismo irresistible te obligue a prosternarte ante los tachos de basura y que todos los habitantes de la ciudad te confundan con un meadero. 

    Que cuando quieras decir: “Mi amor”, digas: “Pescado frito”; que tus manos intenten estrangularte a cada rato, y que en vez de tirar el cigarrillo, seas tú el que te arrojes en las salivaderas. 

    Que tu mujer te engañe hasta con los buzones; que al acostarse junto a ti, se metamorfosee en sanguijuela, y que después de parir un cuervo, alumbre una llave inglesa. 

    Que tu familia se divierta en deformarte el esqueleto, para que los espejos, al mirarte, se suiciden de repugnancia; que tu único entretenimiento consista en instalarte en la sala de espera de los dentistas, disfrazado de cocodrilo, y que te enamores, tan locamente, de una caja de hierro, que no puedas dejar, ni un solo instante, de lamerle la cerradura.

    • Es una intensísima corriente 
      un relámpago ser de lecho 
      una dona mórbida ola 
      un reflujo zumbo de anestesia 
      una rompiente ente florescente 
      una voraz contráctil prensil corola entreabierta 
      y su rocío afrodisíaco 
      y su carnalesencia 
      natal 

    • Cobayo 
      lívido engendro digo de puna 
      que enquena el aire 
      y en uniqueja isola su yo cotudo de ámbito telúrico 
      Yo cobayo de altura 



          * 



      Poco coco del todo 
      sino inórbito asombro 
      acodado al reborde de su caries de nada 

    • Sobre las mesas, 
      botellas decapitadas de «champagne» con corbatas blancas de payaso, 
      baldes de níquel que trasuntan enflaquecidos brazos y espaldas de «cocottes». 
      El bandoneón canta con esperezos de gusano baboso, 
      contradice el pelo rojo de la alfombra, 

    • Más zafio tranco diario 
      llagánima 
      masturbio 
      sino orate 
      más seca sed de móviles carnívoros 
      y mago rapto enlabio de alba albatros 
      más sacra carne carmen de hipermelosas púberes vibrátiles de sexotumba góndola 

    • A D. Eugenio d‘Ors 
       
      Los frescos pintados en la pared 
      transforman el “Salón Reservado” 
      en una “Plaza de Toros”, donde el suelo 
      tiene la consistencia y el color de la “arena”: 
      gracias a que todas las noches 
      se riega la tierra con jerez. 

    • Este clima de asfixia que impregna los pulmones 
      de una anhelante angustia de pez recién pescado. 
      Este hedor adhesivo y errabundo, 
      que intoxica la vida 
      y nos hunde en viscosas pesadillas de lodo. 
      Este miasma corrupto, 
      que insufla en nuestros poros 

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