La casa de las odas, de Pablo Neruda | Poema

    Poema en español
    La casa de las odas

    Escribiendo 
    estas 
    odas 
    en 
    este 
    año mil 
    novecientos 
    cincuenta y cinco, 
    desplegando y tañendo 
    mi lira obligatoria y rumorosa 
    sé lo que soy 
    y adonde va mi canto. 

    Comprendo 
    que el comprador de mitos 
    y misterios 
    entre 
    en mi casa de odas, 
    hecha 
    con adobe y madera, 
    y odie 
    los utensilios, 
    los retratos 
    de padre y madre y patria 
    en las paredes, 
    la sencillez 
    del pan 
    y el salero. 
    Pero es así la casa de mis odas. 

    Yo destroné la negra monarquía, 
    la cabellera inútil de los sueños, 
    pisé la cola 
    del reptil mental, 
    y dispuse las cosas 
    -agua y fuego- 
    de acuerdo con el hombre y con la tierra. 
    Quiero que todo 
    tenga 
    empuñadura, 
    que todo sea 
    taza o herramienta. 
    Quiero que por la puerta de mis odas 
    entre la gente a la ferretería. 

    Yo trabajo 
    cortando 
    tablas frescas, 
    acumulando miel 
    en las barricas, 
    disponiendo 
    herraduras, arneses, 
    tenedores: 
    que entre aquí todo el mundo, 
    que pregunte, 
    que pida lo que quiera. 

    Yo soy del Sur, chileno, 
    navegante 
    que volvió de los mares. 

    No me quedé en las islas, 
    coronado. 

    No me quedé sentado 
    en ningún sueño. 

    Regresé a trabajar sencillamente 
    con todos los demás y para todos. 

    Para que todos vivan 
    en ella 
    hago mi casa 
    con odas 
    transparentes.

    Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.