Poema 14. Juegas todos los días con la luz del universo, de Pablo Neruda | Poema

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    Poema 14. Juegas todos los días con la luz del universo

    Juegas todos los días con la luz del universo. 
    Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua. 
    Eres más que esta blanca cabecita que aprieto 
    como un racimo entre mis manos cada día. 

    A nadie te pareces desde que yo te amo. 
    Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas. 
    Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur? 
    Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías. 

    De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada. 
    El cielo es una red cuajada de peces sombríos. 
    Aquí vienen a dar todos los vientos, todos. 
    Se desviste la lluvia. 

    Pasan huyendo los pájaros. 
    El viento. El viento. 
    Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres. 
    El temporal arremolina hojas oscuras 
    y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo. 

    Tú estás aquí. Ah tú no huyes. 
    Tú me responderás hasta el último grito. 
    Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo. 
    Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos. 

    Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas, 
    y tienes hasta los senos perfumados. 
    Mientras el viento triste galopa matando mariposas 
    yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela. 

    Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí, 
    a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan. 
    Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos 
    y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes. 

    Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote. 
    Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado. 
    Hasta te creo dueña del universo. 
    Te traeré de las montañas flores alegres, copihues, 
    avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos. 

    Quiero hacer contigo 
    lo que la primavera hace con los cerezos.

    Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto nació en Parral, Chile, el 12 de julio de 1904 conocido por el seudónimo y, más tarde, el nombre legal de Pablo Neruda, fue un poeta chileno, considerado uno de los mayores y más influyentes de su siglo, siendo llamado por el novelista Gabriel García Márquez «el más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma». Entre sus múltiples reconocimientos destaca el Premio Nobel de Literatura en 1971. En 1917, publica su primer artículo en el diario La Mañana de Temuco, con el título de Entusiasmo y perseverancia. En esta ciudad escribió gran parte de los trabajos, que pasarían a integrar su primer libro de poemas: Crepusculario. En 1924 publica su famoso Veinte poemas de amor y una canción desesperada, en el que todavía se nota una influencia del modernismo. En 1927, comienza su larga carrera diplomática en Rangún, Birmania. Será luego cónsul en Sri Lanka, Java, Singapur, Buenos Aires, Barcelona y Madrid. En sus múltiples viajes conoce en Buenos Aires a Federico García Lorca y en Barcelona a Rafael Alberti. Pregona su concepción poética de entonces, la que llamó «poesía impura», y experimenta el poderoso y liberador influjo del Surrealismo. En 1935, aparece la edición madrileña de Residencia en la tierra.