Serenidad, de Paul Géraldy | Poema

    Poema en español
    Serenidad

    ¿Qué fue lo que dijiste 
    cuando adiós me dijiste? 
    ¿Que ya no nos amábamos?... Pero, sí, nos amamos. 
    ¿Lloraste? ¿Serás siempre la que yo he conocido 
    desde que en nuestra vida los dos nos encontramos? 

    Y sé perfectamente que bien  me has comprendido. 
    Sé más franca. Las cosas siempre están complicando, 
    y por ese motivo nos vemos disputando; 
    di, pues, que en nuestra época siempre es afectación, 
    y que siempre resulta ridículo y vulgar, 
    cuando de amantes finos muchos la quieren dar, 
    escribir con mayúsculas Amor y corazón; 
    palabras que de nada nos sirven empleamos 
    y que son fastidiosas, 
    y, además, peligrosas, 
    e importancia con ellas en la vida nos damos. 
    Mi corazón, repiten. Tu corazón también, 
    y nuestros corazones. Es costumbre corriente. 
    Y podría jurarte que de todo eso, bien 
    prescindir se podría, sin gran inconveniente, 
    y arreglarse al momento las cosas fácilmente. 

    ¿Nuestros dos corazones? Hay tan sólo 'tú y yo', 
    'tú y yo' no más: de raro no hemos tenido nada, 
    pero con las palabras siempre nos embriagamos, 
    y aquí, desde la tierra, dándonos cuenta vamos 
    de que lo real no llega nunca a la altura soñada. 
    Te suplico, es prudente, que los dos prescindamos 
    de hablar de Corazones, y que tú y yo seamos 
    lo que nosotros somos. Cuando los dos nos vemos 
    no nos turbamos mucho, pues bien nos conocemos; 
    ya todo no es como antes, en días de ventura; 
    cuando nos encontramos, no veo en ti locura; 
    me pasa a mí lo mismo...lo mismo. ¡Bien! ¿Y qué? 
    Es esto que aquí ocurre, tragedia no se ve. 

    ¿Nos sentimos calmados?... Esto es muy natural, 
    es la costumbre. Estamos 
    ya con ella habituados, ha tiempo, bien o mal; 
    y cuando ambos creemos que ya no nos amamos, 
    cada uno se fastidia si el otro se halla ausente. 
    No hallamos gusto en nada. todo es triste en redor. 
    Nos vemos desdichados, con aire displicente. 
    Pero ¿un bien no es esto ya? Pues bueno: así es mejor.

    Ismael Enrique Arciniegas
    Sérénité

    Qu’est ce que tu m’as dit encore, en me quittant: 
    que’l on ne s’aimait plus? ...Mais si, mais si, on s’aime! 
    tu as pleure? tu seras donc toujours la meme? 
    Mais puisque je te dis qu’on s’aime! tu m’entends? 
    Sois donc plus simple! il faut toujours que tu compliques 
    les choses! dis-toi donc qu à notre epoque, enfin, 
    cela devient par trop poncif et ridicule, 
    sous pretexte qu’on est des amants un peu fins, 
    d’ecrire Amour et Coeur avec des majuscules. 
    Nous employons des mots qui servent a rien, 
    et qui sont tres génants..et dangereux! On pose! 
    On dit: mon coeur , notre Coeur... On y tient. 
    je te jure que’l on s’en passerait tres bien, 
    et que ce la simplifierait beaucoup les choses. 
    il n y a pas nos Coeurs: il y a toi et moi, oui, toi et moi, 
    qui n’avons rien d’extraordinaire. 
    Mais on se grise avec des mots, on s’exagere 
    l’importance de tout, et puis on s’aperçoit 
    que la realite n’est pas a la hauteur... 
    je t’en supplie, laissons mon Coeur, laissons ton Coeur! 
    soyons nous!... Eh! bien, oui, c’est vrai, quand on se voit, 
    on n’est plus tres troublé.. C’est moins bien qu’autrefois. 
    tu ne t’affoles pas.. Moi non plus. Eh bien, quoi? 
    Il n y a là rien de bien tragique. Nous sommes 
    un peu calmés? Mais c’est tout naturel, cela. 
    C’est l’habitude. On est habitué. voilà. 
    Si nous nous retrouvons sans passion, en somme, 
    chaq un de nous s’ennuie quand l’autre n’est plus là. 
    On se croit malheureux, on n’a de gout à rien, 
    on se sent seul... Eh! bien, mais c’est deja tres bien!

    • Conque entonces, adiós. ¿No olvidas nada? 
      Bueno, vete... Podemos despedirnos. 
      ¿Ya no tenemos nada qué decirnos? 
      Te dejo, puedes irte... 
      Aunque no, espera, espera todavía 
      que pare de llover... Espera un rato. 
        
      Y sobre todo, ve bien abrigada, 

    • Turbóme como a un niño 
      tu cita telefónica. 
      Una hora antes dije 
      que nadie me entraría 
      al cuarto, donde todas 
      las luces extinguía 
      para esperarte a oscuras. 
      Zumbábanme las sienes. 
      Dudaba si en la sombra 
      cargada de promesas 

    • ¿Qué fue lo que dijiste 
      cuando adiós me dijiste? 
      ¿Que ya no nos amábamos?... Pero, sí, nos amamos. 
      ¿Lloraste? ¿Serás siempre la que yo he conocido 
      desde que en nuestra vida los dos nos encontramos?