Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante de una mujer ignota que adoro y que me adora, que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora y que las huellas sigue de mi existencia errante.
Una tenía quince años, la otra dieciséis Y ambas dormían en la misma pequeña habitación Esto sucedió una sofocante noche de septiembre ¡Quebrantables asuntos! Ojiazules y con mejillas de marfil