Una tenía quince años, la otra dieciséis Y ambas dormían en la misma pequeña habitación Esto sucedió una sofocante noche de septiembre ¡Quebrantables asuntos! Ojiazules y con mejillas de marfil
Para refrescar sus delicados cuerpos, se despojaron De las exquisitas camisas perfumadas de ámbar La más joven levantó sus manos inclinándose hacia atrás Y su amiga, con sus manos en sus pechos, la besó.
Entonces bajó a sus rodillas y, en un arrebato Pegó a la pierna de la otra su mejilla, y su boca Acarició el dorado oro entre las grises sombras
Y durante todo ese tiempo la más joven contaba Con sus queridos dedos los prometidos valses Y sonrojándose, inocentemente sonreía.
Naturaleza, nada de ti me conmueve, ni los campos nutricios, ni el eco bermejo de las pastorales sicilianas, ni las ceremonias de la aurora, ni la solemnidad doliente de los ocasos.
Te ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas, mi corazón ingenuo que a tu bondad se humilla; no quieran destrozarlo tus manos cariñosas, tus ojos regocije mi dádiva sencilla.
En el balcón las amigas miraban ambas como huían las golondrinas una pálida sus cabellos negros como el azabache, la otra rubia y sonrosada, su vestido ligero, pálido de desgastado amarillo vagamente serpenteaban las nubes en el cielo