En el balcón las amigas miraban ambas como huían las golondrinas
una pálida sus cabellos negros como el azabache, la otra rubia
y sonrosada, su vestido ligero, pálido de desgastado amarillo
vagamente serpenteaban las nubes en el cielo
y todos los días, ambas con languideces de asfódelos
mientras que al cielo se le ensamblaba la luna suave y redonda
saboreaban a grandes bocanadas la emoción profunda
de la tarde y la felicidad triste de los corazones fieles
tales sus acuciantes brazos, húmedos, sus talles flexibles
extraña pareja que arranca la piedad de otras parejas
de tal modo en el balcón soñaban las jóvenes mujeres
tras ellas al fondo de la habitación rica y sombría
enfática como un trono de melodramas
y llena de perfumes la cama vencida se abría entre las sombras