Naturaleza, nada de ti me conmueve, ni los campos nutricios, ni el eco bermejo de las pastorales sicilianas, ni las ceremonias de la aurora, ni la solemnidad doliente de los ocasos.
Te ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas, mi corazón ingenuo que a tu bondad se humilla; no quieran destrozarlo tus manos cariñosas, tus ojos regocije mi dádiva sencilla.
En el balcón las amigas miraban ambas como huían las golondrinas una pálida sus cabellos negros como el azabache, la otra rubia y sonrosada, su vestido ligero, pálido de desgastado amarillo vagamente serpenteaban las nubes en el cielo