Tiernamente la joven mujer de cabello rojizo Conmovida ante tanta inocencia Le dijo a la rubia muchacha Estas palabras en suave voz
“Savia que se eleva; flores que se abren tu juventud es una glorieta permite a mis dedos vagar por la hierba donde se estremece el capullo de la rosa
Déjame por entre el herbaje puro Beber las gotas del rocío Que humedece a la tierna rosa,..
De modo que el placer, mi cariño Avive tu rostro Como el amanecer el azul del cielo
Su adorado cuerpo bello, armonioso Perfumado, blanco como el blanco Rosa, emblanquecido con pura leche, rosado Como un lirio bajo un cielo púrpura
Bellos los muslos, enhiestos los pechos Tu espalda, hombros, vientre, un banquete Para los ojos y para las curiosas manos Para los labios y todos los sentidos
“Pequeña niña, deja ver si tu lecho tiene aún debajo de la roja cortina la hermosa almohada que lleva y las salvajes sábanas. Oh a tu lecho.
Sueño a menudo el sueño sencillo y penetrante de una mujer ignota que adoro y que me adora, que, siendo igual, es siempre distinta a cada hora y que las huellas sigue de mi existencia errante.
Una tenía quince años, la otra dieciséis Y ambas dormían en la misma pequeña habitación Esto sucedió una sofocante noche de septiembre ¡Quebrantables asuntos! Ojiazules y con mejillas de marfil