Mientras muere el día,
llueve.
Es un agonía
breve.
La ciudad se queda abrumada
con la tristeza de la hora.
La lluvia no dice nada,
y llora.
Ciérranse puertas y vidrieras,
huye la gente
como de un mal, por las aceras;
y un hombre mira, indiferente.
La lluvia parece cansada
cual un rosal que se desflora;
no dice nada, nada, nada,
y llora...
Viene mandada por el río,
soltando besos de frescura,
deshace en gotas el envío,
para que alcance su ternura.
Pero al sentirse rechazada,
se vuelve un poco más sonora:
Va a hablar... y, al fin, no dice nada,
y llora...
La lluvia tiene algo de loca:
gime un recuerdo de canción;
todo la irrita, en todo choca
su vagorosa obstinación.
Ve la ciudad atormentada,
y la campiña verde añora;
no dice nada,
y llora...
¿Mira en el pueblo tanta pena,
que no hace más que lagrimear?
¿O forma un lienzo de tan buena,
porque nos quiere consolar?
¿Es que se sabe desdeñada,
y que su inútil fin deplora?
No dice nada, nada, nada,
y llora...
Sobre el muerto día,
llueve
una melodía
leve.
La ciudad se queda encantada
bajo una luz que se evapora...
La lluvia no dice nada,
y llora...