¡Qué se apaguen las lumbres, qué se paren los labios, qué las voces no digan ya más: «Te quiero» ¡Qué un gran silencio reine, una quietud redonda, y se evite el desastre que unos labios buscándose traerían a esta suma de aciertos que es la tierra! Que apenas la mirada, lo que hay más inocente en el cuerpo del hombre, se quede conservándole al amor su futuro, en esa leve estrella que los ojos albergan y que por ser tan pura no puede romper nada.
Tan débil está el mundo -cendales o cristales-que hay que moverse en él como en las ilusiones, donde un amor se puede morir si hacemos ruido. Sólo una trémula espera, un respirar secreto, una fe sin señales, van a poder salvar hoy, la gran fragilidad de este mundo.
El sueño es una larga despedida de ti. ¡Qué gran vida contigo, en pie, alerta en el sueño! ¡Dormir el mundo, el sol, las hormigas, las horas, todo, todo dormido, en el sueño que duermo!
Se siente una lluvia cerca. A esa nube gris, plomiza, que por su altura navega, tan sin prisa soñadora, se le puede ver el rumbo; es un jardín; el sueño se le descifra: es una rosa.