Mientras haya alguna ventana abierta, ojos que vuelven del sueño, otra mañana que empieza. Mar con olas trajineras -mientras haya- trajinantes de alegrías, llevándolas y trayéndolas. Lino para la hilandera, árboles que se aventuren, -mientras haya- y viento para la vela. Jazmín, clavel, azucena, donde están, y donde no en los nombres que los mientan. Mientras haya sombras que la sombra niegan, pruebas de luz, de que es luz todo el mundo, menos ellas. Agua como se la quiera -mientras haya- voluble por el arroyo, fidelísima en la alberca. Tanta fronda en la sauceda, tanto pajaro en las ramas -mientras haya- tanto canto en la oropéndola. Un mediodía que acepta serenamente su sino que la tarde le revela. Mientras haya quien entienda la hoja seca, falsa elegía, preludio distante a la primavera. Colores que a sus ausencias -mientras haya- siguiendo a la luz se marchan y siguiéndola regresan. Diosas que pasan ligeras pero se dejan un alma -mientras haya- señaladas con sus huellas. Memoria que le convenza a esta tarde que se muere de que nunca estará muerta. Mientras haya trasluces en la tiniebla, claridades en secreto, noches que lo son apenas. Susurros de estrella a estrella -mientras haya- Casiopea que pregunta y Cisne que la contesta. Tantas palabras que esperan, invenciones, clareando -mientras haya- amanecer de poema. Mientras haya lo que hubo ayer, lo que hay hoy, lo que venga.
Pedro Salinas (Madrid, 1891-Boston, 1951), autor de poemarios emblemáticos como Seguro azar, La voz a ti debida o El contemplado, es una figura clave del panorama cultural español del siglo XX. También cabe destacar su obra epistolar, en la que destaca Cartas a Katherine Whitmore y su Correspondencia (1923-1951) con el también poeta Jorge Guillén. Su vida, consagrada a la poesía y a la literatura, estuvo marcada por su exilio a Estados Unidos en 1936.
El sueño es una larga despedida de ti. ¡Qué gran vida contigo, en pie, alerta en el sueño! ¡Dormir el mundo, el sol, las hormigas, las horas, todo, todo dormido, en el sueño que duermo!
Se siente una lluvia cerca. A esa nube gris, plomiza, que por su altura navega, tan sin prisa soñadora, se le puede ver el rumbo; es un jardín; el sueño se le descifra: es una rosa.